Su exhibición durante el cierre del festival de Woodstock en 1969 se transformó en un verdadero y propio símbolo: la imagen del guitarrista que con una irónica y desafiante visión del arte, toca el himno nacional estadounidense con una distorsión visiblemente provocada, y sin embargo brillante. Ésta entró prepotentemente en el imaginario colectivo musical como uno de los puntos de inflexión en la historia del rock.